Es tiempo de Adviento, de espera. El tiempo mágico en que se cubren con manto blanco las forestas y tundras,como para presagiar la espera de lo que vendrá. Un tono velado cubre de blanco lo que será blanco.El triunfo del bien, la redención que se advierte. La que llegará. El panteísmo y Spinoza lo intuyen en cada cosa que nos rodea. Es tiempo de pasear por Viena, de dejarse llevar por una fruta bañada en chocolate, de husmear en el mercadillo del Ayuntamiento, de tomar un Melange caliente tal vez en la mesa en la que Zweig intuía el cambio, o en la que Mahler cambió para siempre, tal vez en el Landmann. Es tiempo de ver Salzburgo a la caida de la tarde, cuando el Salzach respeta el momento y deja bajar sus aguas como en sordina mientras el Tomaselli ebulle con deliciosos pasteles de nata, que Mozart también probó. Es tiempo de coger la bufanda sepultada, y escuchar música de adviento, la de la espera majestuosa que busca el acontecimiento que la marcará indeleble , y para siempre.