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FARINELLI, LA RENUNCIA DE LA DICHA

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farinelli

Carlo Broschi, Farinelli  como él quiso llamarse adoptando el nombre de un viejo juez, es el mascarón de proa de una serie de niños que se despojaron parte de su vida para entregarla al arte. Los castrati, de reconocido prestigio en la Italia del XVIII y posteriormente en España, suponían la elevación más etérea del arte, la sublimación de toda existencia hasta llegar a un escalón al que nadie podía acceder. Inicialmente entendida la castración como una salida honrosa a una vida que dificilmente podría llegar a buen fin, el preservar la voz infantil para conservarla como en formol, evitando la oxidación del paso del tiempo, a cambio de la renuncia a la esencia del hombre, a la consecución de un afeminamiento orgánico que no biológico, que creo seres únicos,  una especie de tertium genus ad novum. La sociedad napolitana de principios del XVIII oscilaba como en un movimiento pendular perfecto entre la alta nobleza afincada en los palacios pompeyanos, debatiéndose entre el aburrimiento y al amor al arte , y el campesinado más humilde ciego de sol y de sal que apenas encontraba salidas para una prole siempre excesiva. Las pequeñas escolanías y parroquias locales suponían un bello entretenimiento para los muchachos que mostraban dotes. Pero el precio de ese -ars gratia artis- era la posibilidad de la castración para convertir al vástago en un faro que guiara las exiguas economías domésticas. Salir de la aldea, entrar a formar parte de alguna escuela, cantar en el coro, tal vez recibir lecciones de algun gran maestro,  conservar la voz como anclada en una infancia imposble, para después no volver a ser.

 

La música necesitaba de un aliciente a veces morboso. Ese regusto tan humano como el mal, obtuvo su perfecta plasmación en el fenómeno de los niños conservados. La eterna juventud como eterno totem, como idea ancestral por fin realizada en la música. Es posible ser joven para siempre, es posible recrear notas imposibles en la voz de un hombre de treinta años. La alquimia de la vida despojada de sentimientos humanos, la culminación de un sueño de fuentes arcanas, esa es la idea, y los niños cantantes, el resultado.

Farinelli es el ejemplo, él tuvo suerte. Se convirtió en una de las más rutilantes estrellas de la época sus viajes constantes, sus exitos recorrieron la Europa melómana. Recibio las clases de Porpora, el mito, y recreó los papeles más soñados para muchas sopranos y otros creados específicamente para sus registros imposibles. No está claro en  la biografía de este artista si su castración fue debida a un accidente en la infancia, lo cierto es que no parace fácil explicar a un hijo el medio utilizado para la consecución de un fin tal vez, ni siquiera deseado.

Parece probado y así resulta de crónicas del XVIII que el caracter de Farinelli, alegre y espontáneo,escondía esa melancolía eterna del que no puede volver a ser lo que fue. Enamorado de la vida, y también en ocasiones de las mujeres, su existir siempre se vio teñido de la nostalgia melancólica de quien ha renunciado sin renunciar, de quien no ha escogido en su última razón el motivo de una vida difícil. Farinelli se sobrepone a sus propias dudas y hace del canto su vida obteniendo los éxitos merecidos a su renuncia eterna.

Última actualización el Sábado, 25 de Septiembre de 2010 19:17  

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