El dolor más profundo es el que proviene de las entrañas . Solo un hijo puede causarlo,y sólo su muerte puede reabrirlo. Nacer es empezar a sufrir.La mater dolorosa, que diría Zweig en la recreación de la vida de Nietzsche, como arquetipo universal del dolor más lacerante y eterno. La carne propia deja de existir para recordar la esterilidad eterna y sobrevenida, la inutilidad de nuestra vida y también de nuestra muerte. La muerte de un hijo es la regresión a una fase de pubertad imposible, a una vejez que recuerda a cada arruga la miseria de una vida a la que no habría nada que agradecer. Un proyecto fallido, un dolor imposible de metabolizar , porque es el dolor antinatura, aquél que invierte el orden de las cosas y que nos recuerda la inutilidad de todo esfuerzo. Ese dolor es el que deja las llagas sin posibilidad de cauterización, purulentas al oxígeno que las oxida y corroe como en un viático imposible.