NIETZSCHE,LA MÚSICA Y LA SENSACIÓN DEL ULTIMO ASIDERO

Sábado, 12 de Septiembre de 2009 18:23 DANIEL LÓPEZ FIDALGO
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nietzsche por munch

Daniel López Fidalgo

 En la voluntad oculta del genio, en su alma abigarrada a cobijo de la propia vida se encuentra la turbación definitiva, esa que impide vivir sin desear la propia muerte. La vida es un problema, un problema diario que deja las venas entumecidas ante la sangre podrida que las recorre. Esa savia, horrible, como bilis negra, ataca cada poro quemando como un sulfuro corrosivo. Eso es lo peor. Levantarse al atardecer, cuando los demás se acuestan. Vivir como a la contra. Paliar los dolores con ungüentos que apenas sirven de nada. Sentir que la cabeza explota y desearlo. En ese instante, en que podría arrepentirse una vez más de haber nacido, empieza el estómago. Todo ataca como una confabulación de vísceras contra el organismo que las da cobijo. Desagradecidos órganos que fallan por tiempos para evitar un colapso masivo que podría producir la liberación definitiva.

Siempre hay uno de guardia. Cuando no es la vesícula, ataca el páncreas, si éste mejora un cólico de riñón siempre puede ayudar. Luego lo otro. Lo de la cabeza. Esas ideas que apenan pueden plasmarse y que se enquistan en el hipotálamo como para engendrar a nuevos monstruos. Hay que matar a dios y seguir indemne. ¿Cómo  puede hacerse?  Es difícil desde luego pero para explicar eso hay que recurrir al superhombre. Luego Zaratustra, en un mazdeísmo resucitado para mayor gloria de una posteridad siempre postrera. Qué más da todo. Hoy aquí, mañana allí en idénticas circunstancias. Una mesa de mala madera y una silla incómoda, siempre bien incómoda. La madre sufre como una mater dolorosa que diría Zweig. Pero el sufrimiento es la base de la fortaleza. Todos sufrimos al fin y al cabo. No hay familia, ni amigos ni una mujer que enjugue el rostro con una cataplasma, que casi  puede hacer de sudario prematuro. Nada a lo que aferrarse, como pudo agarrase Carnéades. Casi mejor acabar con todo, un poco de veronal y a esperar el sueño de los justos, ese que abre las puertas del eterno retorno. Cuando todo parece acabar, cuando la explosión parece cercana y no queda nada, escucha unas notas, esa melodía de la vida, ese sonido que relaja los músculos y los narcotiza de forma casi hipnótica. Se alza la mano siguiendo un compás, se recogen sin apenas fuerza tres dedos para dejar erguido sólo el índice que se apoya en un pulgar deformado por la vida. Un movimiento paulatino  de muñeca entornando levemente los ojos para esbozar una sonrisa meramente embrionaria como antesala de un sueño que le va a permitir seguir viviendo, al menos ,otro día más.

 

Última actualización el Sábado, 12 de Septiembre de 2009 18:59