NECESARIO PERO IMPOSIBLE. JAVIER GOMA LANZÓN

Viernes, 29 de Noviembre de 2013 14:34 DANIEL LOPEZ FIDALGO
Imprimir

 

 

 

Cuando uno tiene entre sus manos un libro de Javier Gomá, le invade la sensación de estar ante una obra que incluye presupuestos para su segura posteridad. Cuando Beethoven compuso su sonata para piano número 29 dijo: “Esta es una obra que no dará problemas a los pianistas que la ejecuten dentro de cincuenta años”. La obra de Gomá, entendiendo por tal, en lo que nos ocupa, el Teorema de la experiencia y la esperanza, (Imitación y experiencia, Aquiles en el Gineceo, Ejemplaridad pública, Necesario pero imposible), es una obra de presente y de futuro. 

Es Javier Gomá un filósofo de hoy ad futurum, un intelectual que trasciende la mera formulación de problemas filosóficos y su eventual resolución para crear, de hecho, un auténtico sistema. Son muchas las claves del éxito de Gomá, entendiendo por tal el calado de sus ideas, la divulgación de sus libros, el asentamiento de sus presupuestos de pensamiento: su lenguaje es preciso, casi quirúrgico; la composición de sus ideas es de una preclaridad a la altura de nuestros más grandes pensadores. Gomá crea belleza al punto de dotar a sus textos de un halo de regusto literario de gran altura, adereza su exposición con una humildad silente que no renuncia al preciosismo que debe buscarse siempre en un texto de altura.  No resulta sencillo hablar de su obra sin entenderse comprometido con ella, sin vincularse.

Gomá esboza con claridad la individualidad como  evolución del estadio estético al ético. Aquiles en el Gineceo es un bellísimo libro, -a mi entender el auténtico germen del pensamiento del autor-, en el que sostiene que en el estadio ético se experimenta la doble especialización, de tal manera que el hombre ve que básicamente él, en el estadio estético, se sabe insustituible, porque es único en su dignidad y descubre que siendo totalmente insustituible, sin embargo, va a ser sustituido. El hombre tiene esa doble condición, de saberse único y al mismo tiempo repetible, sustituible. La individualidad, en tanto que finita, marca el devenir del hombre. La muerte, entiende Gomá, está presente constantemente en nuestra vida, y con gran precisión disiente en que lo esté la mortalidad. La muerte omnipresente, siempre, Et in Arcadia ego, tal vez allí también, en la Arcadia, estuviera también la muerte, como en el cuadro de Poussin, como en el primer capítulo de Retorno a Brideshead cuando Ryder vuelve al escenario de su eterna historia.

Subyace en todo el iter plasmado en la tetralogía, como un motivo, la ejemplaridad. Desde un existencialismo casi a-existencial, al no convertir la mera existencia en problema a tratar, Gomá usa la ejemplaridad, que en segundo plano se deja ver, siempre de manera bien hermosa. Toda la ejemplaridad, culmina en la figura del Jesus (el Profeta o el “Galileo”), en una superejemplaridad que es tratada con el rigor aséptico que exige la filosofía, sin dejar de proveer al texto de una belleza y un rigor dignos de ser consignados. Jesús de Nazaret (el Jesús que anduvo en la mar que diría Machado) como la culminación y trascendencia de su propia finitud, su propia individualidad, que, tras su muerte, aún conserva los estigmas, las heridas de su tránsito, preserva su individualidad más allá de su finitud, ése es el fundamento de la esperanza.

La vocación literaria de Gomá, raptado por las musas, es fácilmente identificable, no permitiendo en modo alguno que las ideas oculten, siquiera un instante, la brillantez literaria de sus textos. Muchas fases del libro se componen de instantes, instantes irrepetibles, enlazados de modo magistral que uno desearía que no acabasen nunca como en un “detente instante, eres tan bello”, que podría suscribir Goethe. La obra de Gomá es ya una realidad, pero como decía Beethoven de la suya, creo que se apreciará con justa perspectiva con el pasar de los años, cuando en los planes de estudios, si todavía existen estudios, se incluya esta tetralogía como lectura entre los estudiantes. Esta obra está impregnada de posteridad. Está impregnada de elegancia.

Se define Gomá, en ocasiones, a sí mismo, como medianía sin relieve. Que la historia le juzgue; no obstante y a falta del tal postrero juicio, debemos decir que en tal aserto hay ya un salto aristocrático que en sí corrobora cualquier teoría sobre la ejemplaridad.

El corolario de la obra, Raptado por las musas, es un capítulo que explica, con honda simplicidad la naturaleza y casi la etiología de la vocación literaria. Si la belleza salvará al mundo, como nos dice Dostoievski, la obra de Gomá es un asidero ineludible.

Termina el libro con un lacónico “Fin del teorema de la experiencia y esperanza” que supone un soplo súbito e inesperado, como el que apaga una vela que deja un hilo de humo que huele a cera y nos sume en la oscuridad. Como Evelyn Waugh puso en boca de Cordelia, podríamos decir que se apagó la luz, como si para siempre fuera a ser ya Viernes Santo.

 

Post Scriptum.

La lectura de la obra de Javier Gomá no requiere de aditamentos. No obstante nos permitimos recomendar ciertas músicas que pueden ser un aderezo perfecto para la lectura de esta Opera Magna.

-       Spiegel im Spiegel. Arvo Part. Version Lisa Batiashvili-Helene Grimaud

-       Mauerische Trauermusik K 477 W.A Mozart

-       Recomposed Four seasons. Max Richter (de principio a fin)

-       Concierto Cello Elgar Op 85 Version Sol Gabetta

-       II Movimiento Adagio Assai concierto para piano en sol mayor de Ravel

Última actualización el Sábado, 25 de Enero de 2014 10:02