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PASEANDO CON RESPIGHI

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 paseando con respighi

 

Músicas que vienen del Aventino, como el color de esas chicharras que ya empiezan a decorar el universo sonoro del viejo foro. El niño Otto pasea por las calles del Trastevere escuchando los sonidos milenarios de un vendedor ambulante que quiso ser tartufo para sonreírle a esa siciliana que le recordaba a Sofía. Otto se fija en todo, en las sandías abiertas de aspecto eterno y sabor insípido, en las voces de reclamo de aquel niño, que pudo haber sido él, a quien algún artista de renombre le compró un periódico. Paseaba por las callejuelas estrechas, que ocultaban el Panteón, y se hacía con las imágenes de las visitantes sajonas que descongestionaban el rubor de sus mejillas con esos helados inmensos que le recordaban que ya era verano. Luego las fuentes que le salían al paso, las fuentes que siempre han refrescado al visitante, fuentes que aparecen cuando se las necesita, pero que se ocultan entre un marasmo de florecillas tempranas, o en los recovecos de piedras arcanas que vieron apoyarse a Shelley.

 

Salía a buscar los colores que derramaría su música, allá por el mercado de las flores.Las niñas se envolvían un gesto de decoro entre las faldas de sus madres cuando percibían su mirada cazadora, luego ya, mayores, sus faldas ya no escondían nada y era él quien debía esconderse en la sombra que proyectaba Marco Aurelio.

 

Por la noche Navona se llenaba de color, las mesas llenas con esos manteles a cuadros que impregnaban de rojo el aire, que otrora se llenó de ruidos de circo. De cuando en cuando, como recomendaba Henri Beyle, cuando se hizo llamar Sthendal, se dejaba llevar hasta alguna iglesia, donde admiraba las pinturas que habrían podido ser música.

 

Luego se sentaba a descansar en la  Via Appia, la Antica,  para rendir tributo a Cecillia Metella, y descubrió entre los pinos de Roma que Cayo Cestio tenía una pirámide y Keats dejó escrito su nombre sobre el agua.

 

Última actualización el Domingo, 19 de Junio de 2011 10:52  

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UN TIEMPO PARA CALLAR

 

 

La editorial Elba presenta una joya que pone a disposicón de todos los que deseen sumergirse en la delicada narración de Patrick Leigh Fermor.Un tiempo para callar es una pequeña obra en la que el autor inglés narra su singladura por cuatro abadías que comienza a principio de los años 50. Como en un viaje iniciático, como en un Grand Tour espiritual, Fermor, heredero de la tradición británica se introduce en el silencio monacal buscando el la paz para escribir su primer libro.