El ciclo Grandes Intérpretes Fundación Scherzo nos ha traído este martes a Madrid a una de los mayores talentos del panorama musical sin lugar a dudas. Yuja Wang ( Beijing 1987) es una de esas intérpretes que se ve cada mucho tiempo, cada demasiado tiempo. Sabida es la condición de artista mediática de la pianista, así como su carisma, su fuerza, su estilismo cuidado pero detrás de todo eso o delante, para ser justos, se encuentra una pianista absolutamente excepcional.
El piano como instrumento es infinito, de eso ya no cabe duda, el instrumento permite mil colores, matices, modos de ataque, digitación... La versatilidad del piano permite al artista acogerse a todo el abanico de opciones para la puesta en escena, y Yuja usa de todos los recursos de los que puede disponer un pianista. Wang puede alternar una digitación diabólica con la mas intensa profundidad y lirismo con la misma naturalidad que puede desgranar una pieza para darle la vuelta y volverla a concebir de nuevo. Yuja crea, crea desde la partitura otorga matices y visiones increíbles, alterna momentos de lirismo emocionantes como en los Preludios de Rachmaninov, o en su bis de Orfeo y Euridice, con digitaciones sobrecogedoras al alcance de muy pocos como en los estudios imposibles de Ligeti.
La sonata op 84 de Prokofiev, indeseablemente interrumpida por un inoportuno teléfono, permitió a Yuja, superado el trance y el disgusto, aplicar toda su concentración para emocionar a un público entregado que desgraciadamente es rehén ya demasiadas veces de una minoría.
Yuja es una pianista prodigiosa, una pianista excepcional que es capaz de interpretar toda la complicación del piano, y toda su divina sencillez. Yuja no es estilismo, ni mera imagen, hablar de esta artista en términos de revista de moda es una aberración. Yuja Wang dispone de todos los recursos que puede tener a su alcance un pianista, la ampliación de su repertorio a piezas de hondura y lirismo desmiente su carácter de artista mecánica que siempre suele usarse para la descripción de los pianistas orientales. Wang dio una lección interpretativa, de colocación , digitación, lirismo, emoción .... y concentración.
Siete bises para premiarnos, suele ser un número ya habitual; nos premió pero quizás no merecimos tanto. De entre ellos la belleza honda de su Orfeo y Euridice y su ya tradicional arreglo de la Marcha Turca que es una delicia interpretativa.
Nuestro agradecimiento a Fundación Scherzo.