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MAX RICHTER, ARTE SOBRE ARTE

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max richter (c) Erik Weiss

Photo (c) Erik Weiss under permission 

Hay que tener las ideas claras y una valentía excepcional para hacer lo que ha hecho Max Richter. Tomar las Cuatro estaciones de Vivaldi, imaginarlas, sentirlas y transformarlas hasta recrearse en la belleza para crear arte. Max Richter (Alemania 1966) es uno de esos compositores que engrandecen la música, la sienten a todas horas. Richter es uno de esos compositores de la nueva era que con aspecto de hombre venido del futuro, trae al presente obras sublimes. 

La música contemporánea culta, no tiene por qué ser un compendio de sonidos insufribles, ondas martinot junto a sintetizadores cacofónicos, cajas de zapatos percutidas, campanas invertidas, en pos de unos sonidos que dejan al cerebro precisando de lobotomía. Demasiado nos hemos acostumbrado a las programaciones en salas que juntan a Mozart, o a Vivaldi con compositores de nuevo cuño que acaban por agriar la belleza hasta pudrirla. Philip Glass, Xenakis, Eno, Baranowski, Auerbach y la causa de todo, Arvo Part, son sólo algunos de los compositores que engrandecen la historia de la música. La música sinfónica o camerística contemporánea, puede ser tan maravillosa que merece que el gran público se acerque a ella sin temor. El temor tiene su causa; el horror que en muchas ocasiones se disfraza de arte sublime, inaccesible e ininteligible, inextricable que diría Borges,  esas piezas que suelen ir acompañadas del compositor de turno que sube al escenario a recoger su ramo de flores entre los fríos aplausos de un público que trata con resignación de no estropear el minuto de gloria al nuevo genio musical que recibe la ovación mas cálida del aplauso proclive y debido de sus subordinados de departamento en el conservatorio. Otra música contemporánea es posible, la música que es arte, que emociona, que toca el alma.

 

Richter acomete una obra de enorme altura, recrea la partitura de Vivaldi en una suerte de bellas formas que la dotan de modernidad y color sin renunciar a la esencia y con todo el respeto a la obra inspiradora.

 André de Ridder como director  y la  Konzerthaus Kammerorchester Berlin junto al violinista Daniel Hope conforman el grupo musical que apoya a Richter en esta maravillosa aventura. Hope, que con su disco Spheres está presentando al gran público la belleza del arte nuevo, se está convirtiendo en el sonido del violín más contemporáneo. La obra de Richter será recordada con el paso del tiempo: este disco merece tomarse un respiro para escucharlo y degustarlo. Arte sobre arte.

 

Última actualización el Viernes, 12 de Julio de 2013 07:48  

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Newsflash

STONER

  

STONER. JOHN WILLIAMS

Editorial Baile del Sol

 

Esta es la historia de un libro bellísimo, de un libro olvidado durante años que no ha tenido el éxito que merece en nuestro país, pero acabará teniéndolo, estamos empeñados en ello. Gracias a editorial Baile del Sol y a su trabajo inteligente podemos disfrutarlo

Stoner es la historia de un hombre común, un hombre vulgar, héroe de su propia cotidianeidad. Un hombre como los de Capra, un hombre como James Stewart, ese americano medio que renuncia a sus sueños fagocitado por la abrumadora presencia de la vida, pre diseñada, que urde sus hilos invisibles como Aracne. Stoner, cuya presencia es una piedra, una losa en cada página del libro es un hombre de Missouri, labrado a la usanza de la vieja América, siempre tan nueva. Medio rural, granja, padres esforzados y favores debidos. Losa de un esfuerzo de la generación precedente con el que uno parece sentirse siempre en deuda;  esa deuda es la losa, el peso que se transporta sobre la espalda. La lucha por la vida en un ideal casi barojiano, la universidad americana, el esfuerzo. Después la vida anodina, la falta de estímulo, la mujer melancólica que distancia del afecto, luego una hija, más tarde los problemas, la persecución del malo, siempre hay un malo en nuestras vidas, Lomax es el malo de Stoner.

El tedium vitae, el envejecimiento prematuro, la vida que se escapa y no hay quien la detenga. No se puede detener la vida. Después el aire fresco, el nuevo impulso vital, la primavera postrera que llena de ilusión los días de amargura como en una libertad condicional bien merecida. Ecos que luego se verán en Coetzee. Stoner acepta con resignada fuerza los avatares intangibles del destino. Stoner es un estoico.

Stoner es un poco Holden Caufield y un poco Hans Castorp. Stoner presta su carne al drama de la existencia, al pasar de las horas que hieren hasta que la última produce, como en el adagio latino, la necesaria consecuencia. Stoner es un libro inmenso en su simplicidad, una historia que nos suena, tal vez la estemos viviendo o la hayamos vivido. Tal vez seamos Lomax, o la señorita Driscoll, o tal vez seamos Stoner.