
El tema central con los violines en primer término, entrelazando el tema principal con el bajo, en unos sobreagudos que son la viva imagen de la nostalgia. La composición de Andrea Morricone en Love Theme, en un piano que se clava en el alma nos evoca a Alfredo, ya adolescente, en el cine de verano, recordando a Elena. Elena se fue, la dejo escapar, se marchó para siempre y no volverá jamás.
Ecos de Fellini, en un guiño a ese cine italiano que enamoró al mundo, la música de Morriconne, al que tantas veces hemos rendido merecido homenaje desde estas páginas, alcanza su máxima expresión de belleza en esta banda sonora que es lo más parecido a la perfección que cualquier director busca para una banda sonora.
Un cine completo, lleno de argumento, historia, imagen, fotografía y música, una historia que entronca con esa nostalgia italiana que abanderó D´Amicis. Tornatore es un maestro de su propia historia, de la película de su vida. Nadie como él para narrarla, nunca una película salió tan redonda, tan exacta, tan precisa. Obviemos la trampa si la hubiere, la nostalgia es una trampa en sí misma, la vida también lo es, todo es mentira al fin y al cabo. El cine es mentira, eso nos decían cuando éramos niños. Cinema Paradiso y su música es una de las pocas verdades que nos quedan. En cada cine de verano, en cada sábana colgada al viento, en cada joven que añore su amor de verano, en cada hombre que persiga un sueño y vuelva a atrás para recordarlo, hay un poco de Cinema Paradiso. En cada nostalgia del mundo se oyen las notas de Morricone que celebran la vida