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CIFU, EL ULTIMO GRAN MAESTRO

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Nos ha dejado el gran CIFU, Juan Claudio Cifuentes, el gran maestro del jazz. El hombre enciclopédico, que sabía todo sobre el jazz y a cuya sombra todos hemos aprendido. Las noches pegados a sus programas de "Jazz porque sí", "A todo jazz" fueron el inicio de una afición para miles de españoles. Cifu lo sabía todo, regalaba su conocimiento sin vanaglorias ni artificios, él era un maestro sin pretensiones, hombre sabedor de su bagaje que no pretendió la ampulosidad ni la vanidad. Cifu es el jazz en España, es la voz eterna con sus abrazos, achuchones carantoñas para todos y todas. Será difícil escuchar un programa de jazz sin esperar escucharle aquello de ....y Philly Joe Jones a la batería. 
 
Nuestro recuerdo desde Confutatis a un hombre grande y a un gran hombre, y nuestro cariño para su familia.
 
 
Eterno Cifu 
Última actualización el Miércoles, 18 de Marzo de 2015 11:54  

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YO FUI MI MEJOR CLIENTE. HEINZ BERGGRUEN. ED. ELBA

 Traemos a nuestras páginas una recomendación de primera linea. Elba nos presente un cuidado volumen memoria viva de la historia del arte de buena parte del siglo pasado. Berggruen, cosmopolita y visionario, hombre de vida pasional y apasionante, narra en primera persona la evolución de una pasión que fue su vida: el coleccionismo. Coleccionar como elevación del espíritu más allá de la mera actividad de acaparar, coleccionar arte como medio de conocimiento del artista, del entorno, del contexto de la época. Berggruen participa de una época prodigiosa y entabla contacto y amistad con muchos de los grandes maestros. Estrechamente ligado a Picasso, es fiel cronista de parte del carácter del malagueño; numerosas anecdotas de la vida de éste, de sus particular visión de la vida y del propio arte. Matisse, la ubicua Gertrude Stein, Sartre, y todo el elenco de ese Paris que era una fiesta, con un rato en Deux Magots, de donde salia un encuentro providencial, una amistad duradera que podría diluirse en una copa de absenta, para retomarla en el Cafe de Flore. Berggruen colecciona y acapara, vende y se queda con obras por amor al arte, construye una colección para Berlin y nos da una rica visión del mercado del arte, que no del mercadeo, tan común hoy donde muchos coleccionistas no son sino marchantes, tratantes de ganado a la espera de una subasta beneficiosa. Sin ocultar la mercantilidad de su actividad, Berggruen se erige fedatario de una época en la que se forjaron muchas de las grandes colecciones que provenían directamente de las fuentes: un café con Picasso en Antibes de donde sale un regalo improvisado sobre una servilleta, una tarde con Matisse que crea un trato preferente... quien sabe que podía deparar una visita al taller de cualquier artista en los años de la efervescencia creativa del nuevo arte.