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Ike Quebec, la belleza de la simplicidad

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IKE QUEBEC , LA BELLEZA DE LA SIMPLICIDAD

DANIEL LÓPEZ FIDALGO

El mundo está  repleto de hombres importantes.  Decía Montaigne que la importancia de un hombre suele ser inversa al ruido que hace. Quebec hacía poco ruido y mucha música. Una música deliciosa que no le ha hecho pasar a la historia del jazz como uno de los primeros de la línea de vanguardia pero  que debe ser tenido como uno de los más grandes.  Su infancia, como la de tantos otros ,ocurrió en un Harlem arquetípico: familias de clase baja negra, niños en la calle todo el día, abuelas orondas que distaban tan sólo una generación de la plantación, con un moño recogido en lo alto deseando que pasara la semana y llegara el domingo para cantar en misa.  Padres que aún veían lejana la Nueva York del otro lado del parque. Unos pocos kilómetros de distancia de Central Park South y una eternidad la que los separaba de ese mundo de blancos al que se dirigían a limpiar , teniendo que atender a sus vejigas en servicios exclusivos para la raza sureña. Madres que se afanaban en aquilatar exiguos presupuestos para tratar que la prole no se diera cuenta de que su destino estaba definido con nitidez.  En esas, el bueno de Ike, dio rienda suelta a ese instinto tribal que latía a sólo un par de generaciones de distancia y empezó a bailar. A bailar como un maldito, aquí y allá. Le gustaba hacerlo y ¡qué demonios!  era una costumbre que podría reportarle algunos dólares. La música era lo suyo, eso estaba claro, pero debía hacer algo más que bailar. El piano fue su aliado en esa primera deserción de la danza. Después del piano descubrió el saxo. Ese maravilloso instrumento que brilla hasta cegar los clubs y darles algo de brillo en las noches viciosas.

Con el saxo cambió su historia, poco a poco se hizo un hueco en el Minton´s . Aquellas noches de trajecito planchado , y cigarrillo en la comisura sonaban a Be bop. Luego Ella Fitzgerald le muestra el camino del jazz de verdad. Ese que contamina hasta los huesos, el que se sigue con el pie derecho martilleando el suelo , negando con la cabeza, apretando los labios y entornado levemente los ojos. Cuanto todo esto sucede a la vez …sucede el jazz. Ike lo entendió bien.

Su vida estuvo muy vinculada a la Blue Note en ella sus grandes grabaciones para la leyenda. Blue and Sentimental es probablemente uno de los mejores discos de la historia del jazz. Si a Ike le unimos a Grant Green, Paul Chambres y Philly Joe Jones el resultado es épico.  Ese disco es el disco de jazz más puro que se pueda encontrar. Deliciosos diálogos entre instrumentos, una guitarra apoteósica con Green y la potencia contenida de Jones a la batería hacen de Blue & Sentimental  un clásico imperecedero.

El pulmon que tanta gloria debió darle, le quitó la vida dejando una estela de jazz de verdad, como el que le enseñó Ella.

 

 

 

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