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VERANO EN SALZBURGO

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salzburgo en verano

(c) Tourismus Salzburg

 

VERANO EN SALZBURGO

DANIEL LÓPEZ FIDALGO

Que Salzburgo es una ciudad única es algo que no ofrece discusión, posee ese aura mágica de las ciudades eternas, esas que siempre quedan como recurso para una huida imprevista. Sus pequeñas dimensiones no la reducen en su magna belleza. Su río, serpenteante y de pulcritud casi indecorosa es el reflejo de su vida cristalina y sonora. En todo tiempo es Salzburgo una ciudad imponente. La navidad es como de otro mundo, como salida de una ensoñación infantil que recrea un mundo de cuento. El mercadillo al final del Adviento deja olores de chocolate y fresa, de castaña y caramelo para permitir salir el frío que cala los huesos. La nieve trata de hacerse protagonista, y lo consigue. Hace que el cuento cobre vida, que las tiendecitas balanceen sus carteles suspendidos como en barra fija a ambos lados de cualquier calle.

Siempre es bueno entrar en una taberna tenuemente iluminada para recobrar la calidez perdida. El otoño crea una paleta de colores en los bosques cercanos que todo lo vuelve pardo. Un pardo irreal y casi místico que parece dejar a las hojas salpicar las veredas al vuelo de un coche de caballos que trae o lleva a Mozart a alguna parte. La primavera deja que se vea el sol de cuando en cuando. Desde la fortaleza se puede ver San Pedro entero, buena señal. En Mirabell deben estar saliendo de su letargo flores para mayor gloria de unos jardines que son lo primero que los turistas divisan recién salidos del bus que los deja en Paris-Lodron. El verano es el Festival. Todo tiene un tono festivo. La fiesta de la música. Las calles abarrotadas de gente que circula mecánicamente como en un triduo místico. Los comercios se engalanan sin eclipsar ese mercadillo tan poco aceitunado que crece como un hongo en el corazón de la ciudad, detrás de la casa que vio nacer al genio. Las trenzas pretzels, tan indecorosamente profanadas en Nueva York, las manzanas glaseadas, los embutidos ahumados y los mil panes. No hay gritos de reclamo para ensalzar las bondades de la mercancía, no hay ofertas por liquidación, no hay saldos ni baratijas, no hay nada que recuerde al mercado romaní. Callejas que salen de aquí y de allá, alumbrando galerías de arte, de tendencias modernas. El carillón toca a Mozart , ¿a quien si no? Jóvenes descubren a su alrededor que el Interrail ha parado en buen sitio. Todas las terrazas desafían las estadísticas del pluviómetro, el ánimo es la música y esta se siente desde el recinto del Festpiele hasta cualquier tienda de discos que exhibe orgullosa el cartel del Festival.

No sólo EL Genio vela por la ciudad de la que quiso huir, también parece vigilarla Zweig desde lo alto de la colina de lo capuchinos.

 

Última actualización el Sábado, 12 de Septiembre de 2009 18:54  

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giacometti

 Los hermanos Giacometti. James Lord. Ed Elba

 La editorial Elba posee el gusto de la elegancia en sus ediciones, con títulos como el que traemos hoy a Confutatis. La figura de James Lord, controvertida en ocasiones, es esencial en el entendimiento de la cara oculta del comercio artístico. El encuentro de Lord con Giacometti en 1952 le une al genial artista hasta el final de su vida. El contacto somero al principio se va llenando de sinceridad hasta dotar la relación de mil intrincados matices. La obra de Lord es una semblanza no solo de Alberto sino también de esa otra figura esencial en la vida de genio: su hermano Diego.  

Giacometti es caos y cosmos, arte y destrucción, todo y nada dentro de un nihilismo que la hace dar el salto aristocrático que implica siempre abrazar la desnudez del fracaso. No busca el éxito, y tampoco lo entiende, no cree en él, ni tampoco en la compañía en el arte. Alberto se centra en la creación, y en la soledad. Lord se convierte en testigo de la creación, de las dudas y las certezas de Alberto sobre la vida y la muerte. Giacometti trata de no discernir entre el arte y su comprensión, se deja llevar si esperar jamás el éxito, su mirada disecciona la realidad hasta crear un arte fácilmente reconocible, único, imperecedero. Lord entresaca los matices de la obra del genio, y con espíritu hagiográfico trata de mostrar la versión de una vida que revolucionó para siempre la historia del arte moderno.