La figura de Vladimir Horowitz se engrandece con el paso de los años. Un pianista no alcanza el grado de supremo maestro hasta que sus grabaciones no son estudiadas por los alumnos de la nuevas generaciones. Horowitz es la base de una manera de entender la interpretación y un catálogo de las formas que tiene un músico de acercarse a las partituras clásicas. Su formación de manos de su madre también pianista y posteriormente en el conservatorio de Kiev son los cimientos de un criterio a la hora de aportar a la historia de la música un nuevo modo de entender a Chopin a Beethoven o a Rachmaninoff.
Su debut en el Carnegie Hall de Nueva York es sólo el principio de una serie de interpretaciones mágicas que dejarán para el recuerdo una nueva manera de interpretar al piano. Su unión con Toscanini en una serie de giras por los Estados Unidos crea magisterio en sentido estricto. Muchas de esas grabaciones vuelven a utilizarse hoy como canon interpretativo. Horowitz se casa con Wanda la hija de Toscanini haciendo casi sanguínea la alianza con el maestro.